Crudas en mi piel muy dentro,
erigiendo una cruz, tus uñas.
(Silencio)
Enredado en tu pelo ¡Hebras de oro azabache!
Empuñando altivo tu orgullo
a tu debilidad mis dientes ya,
para robar tu inspiración susurrada a mi oído
y perderte fijamente a los ojos.
(Silencio)
Y sólo luego, tras un instante exhausto,
reposar mi mejilla sobre tu pecho
y sentir violentos del corazón tus latidos
danzando, en derredor, con la mayor de las noches.
(Silencio...)
Simón Renacer y Distancia (10-02-2008, 18.56)